Tirada sobre la acera, con la cabeza hundida entre las rodillas que mantenía abrazadas, mecía su cuerpo en un intento por calmar la ira y el llanto que lo convulsionaba. Fue socorrida por unos vecinos alarmados al encontrarla en ese estado. Llamaron a la policía, después de asegurarse de que habían entendido lo que la joven trataba de contarles. Dos hombres la habían atacado, desoyendo sus súplicas y sus llantos.
Uno sujetándola, para vencer su resistencia y el otro obviando preámbulos innecesarios para violarla . Al parecer, ella había ido temprano a un local de copas para una entrevista de trabajo después de leer en el periódico un anuncio en el que se buscaba una camarera. Todo había sucedido tan rápidamente en el interior del establecimiento, que no le había dado tiempo a reaccionar. Sólo recordaba que pudo arañar la cara del que había abusado de ella, antes de que el otro la inmovilizara. La mujer fue trasladada al hospital mientras la policía llamaba a la puerta del bar que, a esa hora de la mañana, parecía estar cerrado a cal y canto. Después de mucho insistir, abrió la puerta la supuesta dueña del negocio que decía estar allí limpiando con su hija adolescente y no saber nada de lo ocurrido. Los testigos aseguraron entonces que del edificio no había salido nadie por lo que, al no existir otra puerta de salida, los policías entraron en el local para inspeccionarlo. No vieron a nadie hasta que descubrieron una especie de despensa en cuyo interior encontraron a dos hombres agazapados, detrás de unas cajas de cerveza. Uno de ellos llevaba la cara ensangrentada.
La dueña del bar, al comprobar que la policía había dado con los individuos, gritó: “Él que está herido es mi marido, pero aquí no ha pasado nada. Sólo le han tocado un poco los pechos a la muchacha.”
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