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5/6/12

La depravación juvenil

   Siempre que  regresaba a casa después del trabajo se quedaba mirando  al grupo de jovencitas que habitualmente se reunía en el jardín. Adictas a las últimas tendencias, permanecían durante horas riendo a carcajadas, contándose sus cosas entre empujones y palabrotas. Las miradas furtivas del  vecino provocaban las burlas de las muchachas que le incitaban a desafiarlas con descaro y repasarlas a todas con una  mirada golosa. Después de varias semanas de perseverancia consiguió acercarse a una de las chicas con bravatas, piropos y pequeños obsequios.
Una tarde, el hombre convenció a la joven elegida para que le acompañara a las afueras de la ciudad. Allí, en una zona de difícil acceso,  la tumbó sobre la hierba y sin preámbulos la penetró, mientras la muchacha, inmovilizada boca arriba, le dejaba hacer. En realidad, a ella, la experiencia le parecía novedosa puesto que hasta ese día sólo había jugueteado con adolescentes inexpertos. Le resultó agradable sentirse dominada y poseída con tantas ansias, aplastada por un cuerpo robusto y adulto. Cuando el hombre terminó la faena, se incorporó mirándole con cara de desaprobación. Con tono moralizador empezó a reprocharle su comportamiento pecaminoso. Alegaba que él tenía una hija de su misma edad y que por ello no podía entender como se podía uno echar a perder de esa manera. Avergonzada la quinceañera permaneció callada durante el trayecto de regreso. De pie en el autobús que les devolvía a la ciudad, la chica se sentía miserable y sucia hasta que empezó de nuevo a sentir la mirada voluptuosa de su acompañante que disimuladamente intentaba de nuevo pegar su pelvis a su cuerpo adolescente.
     El hombre fue detenido meses más tarde sin comprender lo que estaba pasando al entender que él era la víctima de la depravación juvenil.

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