Llevaban todo el día deseándose, intercambiando miradas furtivas mientras buscaban cualquier excusa para aproximarse el uno al otro, intentando compartir conversaciones y risas con otros invitados al evento. Ninguno de los dos terminaba de entender lo que les estaba pasando pero hubieran deseado que el día no terminara nunca. Cuando por fin consiguieron quedarse a solas en la clandestinidad de la noche, mientras los demás renunciaban a seguir insistiendo para que se fueran con ellos de botellón, él intentó atraerla hacia su pecho mientras ella se resistía sin atreverse a huir.
Cuando ya parecía haber decidido poner fin a la situación, la mujer cogió su abrigo para refugiarse en su habitación. En el último momento, retrocedió sobre sus pasos y le agarró de la mano, arrastrándole con fuerza hasta su alcoba. Él no terminaba de creerse lo que iba a ocurrir, y ella no estaba segura de que aquello fuera una buena idea. Se desnudaron mutuamente con la violencia que nace de una impaciencia a duras penas contenida, entrelazando brazos y piernas para ir descubriendo sus cuerpos desnudos convulsionados por el deseo, mientras sus lenguas se batían en duelo para terminar fundiéndose en una misma pulpa caliente de excitación y placer. Anidado en sus caderas y atrapado entre sus piernas, la apuñalaba con su sexo con ensañamiento y alevosía, pensando en un futuro en común sin saber que le estaba haciendo el amor a la mujer navaja.
Su parte humana le estaba llevando hasta el orgasmo mientras su parte navaja se preparaba para clavarle una arma blanca en el corazón como culminación de una muestra de amor pronto sin fecha de caducidad.
Cuando ya parecía haber decidido poner fin a la situación, la mujer cogió su abrigo para refugiarse en su habitación. En el último momento, retrocedió sobre sus pasos y le agarró de la mano, arrastrándole con fuerza hasta su alcoba. Él no terminaba de creerse lo que iba a ocurrir, y ella no estaba segura de que aquello fuera una buena idea. Se desnudaron mutuamente con la violencia que nace de una impaciencia a duras penas contenida, entrelazando brazos y piernas para ir descubriendo sus cuerpos desnudos convulsionados por el deseo, mientras sus lenguas se batían en duelo para terminar fundiéndose en una misma pulpa caliente de excitación y placer. Anidado en sus caderas y atrapado entre sus piernas, la apuñalaba con su sexo con ensañamiento y alevosía, pensando en un futuro en común sin saber que le estaba haciendo el amor a la mujer navaja.
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