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8/5/12

En busca de civilización


    Se mantenía  a cuatro patas, con la espalda tensa, ofreciendo sus nalgas a tres clientes que se disputaban las embestidas. Ya habían tenido su ración de sexo culminada en orgasmo pero no querían desperdiciar una nueva oportunidad para no sentirse engañados y asegurarse de que aprovechaban bien el dinero que debían pagar. Actuaban atiborrados de alcohol mezclado con un polvo blanco que en esa noche especial les habían vendido como cocaína. Ella mientras tanto repasaba sus cuentas sumando mentalmente el dinero que iba a cobrar por este último servicio.
Al resultado debía restarle la gran tajada que se iban a embolsar sus socios en el negocio. Entre cálculo y cálculo profería una serie de suspiros fingidos de gozo que adornaba con unas libidinosas frases que simulaban excitación y que pronunciaba con un acento que sintonizaba con la carnosidad de sus labios. Negro como el ébano, su cuerpo menudo e infantil se amoldaba, sin objeciones, a las posturas requeridas para proporcionar placer. Sus carnes prietas y ceñidas a los huesos impedían toda  exuberancia en sus  curvas, incluso sus pechos eran inexistentes, apenas los delataba unos pezones oscuros que se erizaban al tacto. Cuando los tres galanes ya no necesitaron de su instrumental presencia, satisfechos, se dispusieron a seguir con la música a otra parte. Ella les suplicó para la llevaran de vuelta a la calle de donde la habían recogido horas antes, para celebrar juntos una despedida de solteros. Nuestros amigos, mostrándose indignados por sus ruegos, le arrojaron  el dinero a la cara argumentando que no querían tratos con una ramera y que se podía dar por satisfecha ya que acababa de cobrar por sus servicios. La mujer súbitamente fuera de sí utilizó las únicas armas que tenía en su poder: sus gritos y sus insultos que con gran escándalo sólo consiguieron que los fulanos salieran huyendo. Queriendo pasar página, se montaron en su turismo y se alejaron chirriando ruedas pero no sin antes arremeter contra ella, tirándola al suelo.
     Fue recogida, arrastrándose por la carretera con una pierna mutilada. Meses antes había abandonado su país de origen que respondía al sugerente nombre de Liberia para venir a España en busca de civilización.


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