Habían conseguido sacar unas muestras de semen de la camiseta y la toalla donde el niño había intentado quitarse aquella cosa pegajosa que se había desparramado sobre sus manitas regordetas de bebé. La madre le había sorprendido concentrado en eliminar aquella cosa que le había dejado por sorpresa, como recuerdo, ese hombre siniestro que lo había agarrado de la muñeca para llevarle a la esquina de la urbanización que daba entrada a las cocheras, después de exigirle, bajo amenaza, que se mantuviera callado.
Allí, a plena luz del día, el desconocido se había desahogado en su presencia emitiendo gemidos de placer y gruñendo palabrotas malsonantes que mantuvieron al niño aterrado mientras el desaprensivo le obligaba a agarrar su apéndice en erección y a realizar actos lúbricos sin sentido para su corta edad.
El individuo que había sido identificado en otras ocasiones por exhibicionismo fue detenido cuando dormía la siesta en un banco público situado en las puertas de un colegio. A pesar de que la muestra seminal le identificaba plenamente, el testimonio del niño no dejaba de ser confuso. En el momento de la celebración del juicio por agresión sexual el hombre se defendió explicando que efectivamente él padecía una debilidad carnal que reconocía le convertía en exhibicionista y que como los médicos le habían diagnosticado era una desviación sexual difícilmente controlable. Argumentó que ese día, no lo iba a negar, estaba en el lugar descrito, masturbándose al solecito cuando probablemente llegó el niño corriendo y al verle quiso saber que es lo que estaba haciendo y que estaba manipulando. El acusado intuía que la curiosidad empujó al infante a poner sus manitas a la altura de su cosa, justo en el momento en el que culminaba la faena.
Él no se sentía culpable de nada ya que en verdad era él el perjudicado ya que se hallaba disfrutando con los ojos cerrados sin ser consciente de la cercanía del mocoso inoportuno que de alguna manera le había aguado la fiesta..
Allí, a plena luz del día, el desconocido se había desahogado en su presencia emitiendo gemidos de placer y gruñendo palabrotas malsonantes que mantuvieron al niño aterrado mientras el desaprensivo le obligaba a agarrar su apéndice en erección y a realizar actos lúbricos sin sentido para su corta edad.
El individuo que había sido identificado en otras ocasiones por exhibicionismo fue detenido cuando dormía la siesta en un banco público situado en las puertas de un colegio. A pesar de que la muestra seminal le identificaba plenamente, el testimonio del niño no dejaba de ser confuso. En el momento de la celebración del juicio por agresión sexual el hombre se defendió explicando que efectivamente él padecía una debilidad carnal que reconocía le convertía en exhibicionista y que como los médicos le habían diagnosticado era una desviación sexual difícilmente controlable. Argumentó que ese día, no lo iba a negar, estaba en el lugar descrito, masturbándose al solecito cuando probablemente llegó el niño corriendo y al verle quiso saber que es lo que estaba haciendo y que estaba manipulando. El acusado intuía que la curiosidad empujó al infante a poner sus manitas a la altura de su cosa, justo en el momento en el que culminaba la faena.
Él no se sentía culpable de nada ya que en verdad era él el perjudicado ya que se hallaba disfrutando con los ojos cerrados sin ser consciente de la cercanía del mocoso inoportuno que de alguna manera le había aguado la fiesta..
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